Entre los siete sacramentos de la Iglesia Católica, hay uno especialmente destinado a fortalecer a quienes padecen alguna enfermedad: la Unción de los Enfermos. Este sacramento se remonta a la antigüedad, cuando los sacerdotes ungían a los enfermos con óleo bendito para pedir la bendición de Dios y obtener sanación y fortaleza.

La Unción de los Enfermos no es solo para quienes están a punto de morir. Es apropiada para cualquier fiel que esté en peligro de muerte por enfermedad o vejez, e incluso justo antes de una operación importante.

En caso de emergencia, un sacerdote católico hará todo lo posible por acudir rápidamente a la cabecera de la persona que necesita el sacramento de la unción. Sin embargo, algunas de las celebraciones más hermosas de este sacramento se llevan a cabo en casa, donde la persona ungida puede unirse a la oración cómodamente y sin prisas, y sentirse fortalecida por la presencia de sus familiares.

Con frecuencia, una persona moribunda también solicita la presencia de un sacerdote para confesarse y/o la Eucaristía como viático, o fuerza para el encuentro con Dios cara a cara. El deseo de recibir la Eucaristía debe expresarse al llamar al sacerdote, para que pueda llevar consigo la Sagrada Comunión.